si me regalas un poco de tus pies, me los como, ya no te los doy. Nunca, ni por querer alcanzar el piso detrás de las orejas en la bolsa marsupial.
El cielo te espera abajo de tu cama, como los sueños imprecisos, de dos mil segundos, rotos.
Más vale soñar con espejos que vivir viendo la misma cara al amanecer.
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