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Sin cobija no es necesario taparse, la cama se vuelve un cobijo sonante que te envuelve entre los mangas para no dejarte ir. La sonrisa de las almohadas está constante como si fuera un ser pensante y racional, magnetiza tus vibras y las vuelve ronroneos nocturnos que salen sin tener que prender la luz para ver de cerca las anémonas del polvo y la magia de la luna en la televisión.
La nieve es algodón. El pasto es plástico flexible que se acomoda en tu espalda si te acuestas hacia el lado más próximo del sol. Ojalá no lo entiendas.

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