De repente despierto y me miro en un tiempo que ya no soy, me rasco los ojos para sorprenderme en todo lo que no reconozco más, la vida y las personas a mi alrededor corren más rápido que el tiempo en el que voy y en un solo instante pierdo todo lo que me hace reir y el equilibrio que sentí toda mi vida y todo me parece diferente, cada persona cambia pero no tanto como para dejar el perfume que le da olor a la ropa. Las noches se vuelven tan largas como mi cama y los recuerdos que un día me hicieron sentir cómoda son fáciles de olvidar.
El sonido del ventildor no siente el clima y mi cuerpo cada vez está más despierto que las veces que me he recostado del mismo lado y me aprieto la espalda para no ver la sombra por debajo de la puerta. Mi cuarto siempre en el mismo lugar del viento en la ventana, da vueltas y me recuerda a cada giro que estoy en el triángulo más difícil de todos los que quiero estar. Con toda la intención de lastimarme y que mi cabello se quede mojado y atrapado en la telaraña de la esquina que me cuelga en cada luz de mis pupilas.
 Es muy fácil ser tan pequeña y cada vez más y tanto que el cielo no se aleja ni yo que me encojo. Es el mismo sentimiento de lavar los trastes mientras mi mamá me regaña y mirar la pared y cada hueco sucio de la cuchara con la que comí gelatina un día antes.
No se puede ser todo el tiempo diminuta y vivir dejando que pase el tiempo.