Esa noche, el cielo se oscureció sólo para algunas miradas, porque en la mía a penas estaba saliendo el sol.
A la mitad de mis pupilas, el sol de nuevo me prestaba luz.
Es bueno decir que los dientes son de leche y que algún día se me van a caer, pero los míos son fuertes y de requesón.

Un trago de la piedra más profunda, las flores se cierran al compás del pez más brillante.

Por noches azules y estrelladas, detrás de mi cabeza nacen las burbujas, de las nubes y mi almohada.

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